domingo, 21 de octubre de 2012

2. Escenario

Una vez más, el viejo Will se me adelantó. A veces he llegado a creer que a pesar de su desgastado aspecto, en su interior escondía a un crío incluso más joven que yo. Estoy seguro de que esa era la razón de que fuera el único adulto al que le hacían gracia mis bromas más absurdas.
-¡Ja! ¡Te he vuelto a ganar, pequeño renacuajo! –exclamó victorioso cuando su hoja cayó cascada abajo empujada por la corriente. Yo observé como la mía la seguía segundos más tarde.
-Eres un tramposo, Will –le reproché indignado.
-¡Te equivocas, chico! Lo que soy es un viejo sabio –se mofó riendo a carcajadas.
De pronto, las alegres carcajadas se fueron convirtiendo en una terrible tos que no le dejaba respirar. No era la primera vez que le pasaba, por lo que corrí a la vivienda más cercana para pedir un vaso de agua. La señora Morgan me lo sirvió con urgencia al ver mi cara de susto, y tapando el vaso con una mano para no derramar ni una gota, corrí de vuelta a la noria de agua.
-Ten, Will. Bebe.
Éste cogió el vaso con manos temblorosas sin dejar de dar bocanadas de aire y produciendo ese desagradable sonido a través de la garganta. Bebió un largo sorbo intentando no atorarse y luego me devolvió el vaso vacío junto a una sonrisa de agradecimiento.
-Una vez más me has salvado la vida –comentó con voz ronca – No sé qué será de mí el día que te hagas mayor y decidas dejarme atrás.
-Vaya tonterías dices, Will –puse los ojos en blanco- Tú eres mi único amigo, ¿qué iba a hacer yo en otro lado mejor que pasar los días jugando y aprendiendo contigo?
Will soltó una risotada, pero esta vez la acompañó con una afectuosa sonrisa.
-Suenas como un viejo aburrido. Quién pudiera pillar tu edad. Si yo fuera tú, no estaría perdiendo el tiempo aguantando a viejos amargados como yo. ¡Vete y busca nuevas aventuras y experiencias, enano!
Yo hice un gesto con la mano para restar importancia al asunto y contesté:
-Bah, todo eso puede esperar. Aquí tengo todo lo que necesito –sonreí.
Justo en ese instante, el rostro de Will pasó radicalmente de agradable a entristecido.
-Niño, escúchame un momento –su tono hizo que algo en mi interior tiritase; nunca antes le había escuchado hablar con tal seriedad. Me senté junto a él para mostrar mi atención y él continuó hablando–: Me gustaría pedirte algo.
Esperé a que prosiguiera, pero al ver que esperaba una respuesta, asentí dándole pie a seguir hablando. Se humedeció los delgados labios y dijo:
-Prométeme que nunca dejarás que el diablo te arrebate el alma.
No sé si Will pudo leer el desconcierto en mi rostro. No sabía si reír o empezar a pensar que finalmente había perdido la chaveta. No quería herir sus sentimientos, por lo que me mantuve en silencio esperando a que dijera algo más. Tras un silencio bastante incómodo, Will insistió:
-Prométemelo –la urgencia de su voz hizo que me asustara y no tuve más remedió que aceptar su ruego.
-Lo prometo.
Acto seguido, su semblante pasó de tenso a relajado, y volvió a sonreír. Yo no entendía nada de lo que acababa de pasar. Sin embargo, no volvió a mencionar aquella promesa nunca más, ni tampoco vi aquellas duras facciones adornar su rostro en lo que le restó de vida.
Seis meses después, con una amapola moribunda en mis manos y con la vista fija en la fría lápida, creí empezar a entender su significado.

1 comentario:

  1. Me ha gustado, mucho. Me parece que consigue transmitir mucho en un espacio muy pequeño, resulta que encontramos una situación de cuento con dos amigos, pero la edad los separa en cierto sentido. No sabemos qué circunstancias han llevado al final pero sabemos que tenía que llegar y entonces las palabras del hombre mayor que pueden sonar raras en medio de esa narración tienen todo el sentido del mundo.
    De verdad, me ha gustado.

    ResponderEliminar